El Pasajero

El Pasajero

Rasguño los veleros del ocaso en negro mar,
son estrellas, son fantasmas, son mis sentidos.
No busco el emblema de la razón en mí
por que nunca existió, un artificio en niebla,
un nudo de ideas lijadas con piedras de trabalenguas.

Hoy a mis pies redimen los astros sus culpas acrónicas,
y en un vortex se destrozan los cristales pulidos de la verdad.
En completa oscuridad, vidente quedo.
En completa soledad tras la multitud que arrastro.

Soy como el espanto caído en vendimias,
de viñas y viñas de llanto en risas producto.
Un vino amargo con gas y maderos cebados,
en sangre, en ideas, en cabelleras sucias y cigarros.

Un dios primordial envuelto en telas superfluas,
encadenado por los patéticos espectros de la humanidad;
sentimientos, momentos lastimeros y fragmentos de jubilo,
frenan mi escalada a la montaña.

Como un Dios en vías de alcanzar la gloria
y usurpar el trono que le corresponde al más apto,
Observo y acecho en los campos de hierro,
cuestionando, dudando, humillando cuantos rostros veo.

Un cigarro que se consume, un orgasmo que llega,
una copa de vodka puro que quema mi cuerpo enclenque
y me despierta, los escucho, palabras tras palabras,
sin decir nada nuevo, nada interesante, me aburro.

Discursos construidos con discursos añejados en papel,
los leo, los escuchos y en mi alucinaciones me burlo,
como el sátiro se burla de mi suerte, mis elecciones y mis dudas,
como los vapores del ajenjo me envuelven y me alientan.

Veo la puerta en su infinito concepto, y pienso,
“que habrá más allá de los umbrales conocidos”.
Hacia Celefais me dirijo en un barco de cristal,
es cierto que por la ventana salte, también es cierto que regrese.