El Exiliado

Perdóname es solo que de repente quiero pintarlo de negro. Perdonen todos, no es que pretenda intentar siquiera ser el más miserable de los miserables, mi existencia es muy mediocre como para estar arriba o abajo. Solo quería expresarme. Solo quería justificarme.

Por la tarde caminaba en la ciudad, presencie el asesinato de un niño sin siquiera verlo morir, una mujer que la policía atropellaba, y un rebaño de personas intentando saber quienes era. Cuando los vi dibuje a la fuerza una sonrisa en mi rostro. Claro, yo de negro y de pelo largo, con ideas claras, sabiendo que deseo y para donde va el mundo.

Patrañas, no se nada. Soy exactamente igual a los sin rostros, solo que mi mediocridad me obliga a usar estas malditas mascaras. Embaucado por mis propias ideas y sueños creí que podía cambiar algo, por lo menos a mí. Me miro al espejo y soy igual a todos ¿Acaso por hablar hermoso sobre la libertad y proponer ideas para cambiar al mundo me hace diferente? Simple juego de adultos idiotizados, solo títeres de la verdad gobernante ¿Qué mundo pretendo salvar? Peleas arcaicas, que ya no existen más que en el recuerdo de quienes las vivieron. Estupideces, solo miedo, no es más que el miedo a actuar, el miedo a mostrar la cara, la mejor herramienta de la verdad gobernante siempre es el miedo.

Te conocí un viernes creo. Mi vida giraba sin sentido y nada justificaba el existir. Desilusión tras desilusión, al comienzo en los otros finalmente darme cuenta que yo era el culpable único y responsable, me llevo a despreciar el mezclarme honestamente con el resto. Aprendí a jugar con el resto, tal cual como habían jugado conmigo, una actitud absolutamente llorona, ególatra y entupida ¿Quién no lo es de repente?

Plop. Te vi y sentí más miedo que nunca, quise correr, pero ¿para que? Fue una tarde de movimientos calculados, todo para no mostrarme como era, todo para no mostrar ni una sola parte bajo mi armadura de verborrea aplastante. El temor al dolor del espíritu me aterraba, estaba seguro que moriría si volvía a creer en algo. El creer nos hace tan débiles.

Por alguna razón fuera de mi voluntad o quizás parte de mi voluntad secreta… si bajo mi voluntad quise creer y creí como nunca antes. Creí que si bien las cosas era malas no tenia por que creer que era el fracaso del mundo. Creí en las caricias. Creí en los besos. Creí en los abrazos. Creí hasta en las manoseadas palabras que siempre utilizaba. Estaba seguro, y lo estoy aun, de que eras lo que esperaba entre sueños, lo cómico claro, era que tú no lo supieras.

Sentí que nuevamente podía creer, volví a pensar cambios, en ideas. Salí a caminar y observar solo para ver como operaba todo, intentar ver cada pequeño microsistema dentro de un sistema. Intente armar y desarmar núcleos de acción, algunos rindieron frutos, otros, obviamente no.

Y a pesar de todo tu estabas distante, engarzada en una luna sangrienta, entre dos continentes, dos estopas y un solo fuego. Mi desconfianza y mi miedo vencieron cualquier pilar, y termine destrozando el mundo tras el espejo en el que me refugiaba, aquel mundo en el que creía. Mis caminos se nublaron y entre la duda y el temor, la vida se impuso con su pasado estableciendo las ruinas del futuro. Sueños oscuros en el que mi cuerpo era devorado por una gran araña, pesadillas diurnas al ver como tu espectro se deshacía, y entre sabanas y sabanas mi cuerpo iba deshaciéndose en sentimientos buenos y crédulos. Dude y falle ¿Dudar es malo? No lo creo, siempre y cuando la duda nos lleve a una decisión voluntaria ¿Y bien, entonces? El problema fue no tener el valor de volar, exigir alguien que vuele, pedirle al mundo que vuele, si yo no era capaz de volar.

Y abrí la puerta y corrí, como en aquella película. Deje atrás mi vida, pretendí olvidarme de todo y me hice llamar el exiliado. Olvide tu silueta, tus rasgos que para mi lo eran todo, olvide la palabra libertad y me sentí un don nadie.

Vi morir gente sin siquiera prestarles atención, destrozarse vidas en bares sin que siquiera me diera remordimiento. El dinero no me faltaba, ya que nunca me faltaba el anciano mendigo a quien robarle unos morlacos, tampoco faltaba el ebrio muerto en sus fluidos a quien robarle una o dos prendas de valor. A veces me miraba en un vidrio, al ver mis ojos brillantes solo se dibujaba una sonrisa y sin ningún remordimiento continuaba mi vida, solitaria a gusto.

No fue una noche de ambrosia fluyente en tablones de madera, sino que muchas las que humille a algún joven de corazón ardiente e ideales relucientes como medallas de militar, que al igual que las del ultimo se opacan y quedan tiradas en una caja sin ser vistas ni lustradas por nadie. Los ideales se arrojan al olvido con todo lo demás y guarda en tu recuerdo solo el sabor del último sorbo de licor, el último golpe asestado contra la mandíbula, la ultima mujerzuela con la que estuviste.

Y hacia años inciertos que corría de la vida, hace años que corro mejor dicho. Sin desprecio por mi persona, sin una gota de arrepentimiento, los sentimientos y las emociones quedaron atrás. Aunque algunas noches he soñado con ella, ella la del verde encantador, la de ojos pardos y pelo enmarañado. Veo el pincel delimitando mis facciones como solo podían hacerlo los lápices de su mirada, sin que ella lo supiera. Escuchar su voz burlona de cuanto decía y pensaba, y sentir alegrarse mi corazón con un dolor de nudo. Sentir su piel suave en mi rostro como una vez hizo, sentir la seda de sus dedos en mí cara y entonces despierto sudando.

Temeroso tomo mis cosas y corro lejos nuevamente hasta que el sueño pesadilla regrese a mi onírico universo. Por que allá a donde valla el recuerdo de mi cobardía me acompaña, y por mas ron que empine o vodka que beba sin control, por más peleas que inicio o termine, el recuerdo de la persona que justifico mi existencia como ningún filosofo o ideal pudo hacer, vuelve a recordarme que solo soy un mediocre mas entre el montón, exiliado de mi existencia por mi propia voluntad.